domingo, 11 de noviembre de 2012

JULIO BERGROSEN (TEATRO-ESCENA II)


Escena II

     Estamos en el interior de una casucha destartalada. Todo es oscuridad, salvo por la luz de una joven bombilla, encima de una mesa, iluminando a dos hombres, de espaldas al público. Tras ellos está Julio, atado a una silla, con el rostro destrozado por las palizas que, desde hace varios días, estos hombres le están propinando. En el momento de alzarse el telón, los dos hombres le están pegando en el rostro. Se oyen las manotadas muy fuertemente. Al poco le dejan. Los dos hombres se hacen a un lado, visiblemente cansados, pero no tanto como lo está Julio. Julio permanece maniatado a la silla, con la cabeza gacha. Viste como en la escena anterior, sólo que el gorro está a su lado, en el suelo. Está sin chaqueta.

GÁNGSTER 1.- (Aparte, a su compañero). Este tipo es muy duro de pelar…

GÁNGSTER 2.- Déjale. Ya hablará…

GÁNGSTER 1.- ¿Y si al final se muere? Mira que la última paliza ha sido demasiado fuerte… Hasta a mí me ha dado miedo.

GÁNGSTER 2.- No creo que se vaya a morir ahora. Con lo cerca que estamos…

GÁNGSTER 1.- ¿Y si lo dejamos por hoy? Ya estoy cansado de dar tantas palizas…

GÁNGSTER 2.- Sólo una cosa más… (A Julio, a quien levanta el rostro). Dinos, ¿dónde lo tienes?

JULIO.- (Vistosamente dolorido y cansado). Que os zurzan…

GÁNGSTER 1.- (Mirándose un codo de la camisa). Si tienes un poco de hilo por ahí… (El Gángster 2 le vuelve a abofetear un par de veces. Julio baja la cabeza. Los dos se le quedan mirando. El Gángster 2 le levanta el rostro, tomándolo por el cabello. Al poco lo suelta).

GÁNGSTER 2.- (A su compañero). Éste ya no cantará más…

GÁNGSTER 1.- ¿Le has matado?

GÁNGSTER 2.- ¿De qué hablas? Se ha desmayado.

GÁNGSTER 1.- Será mejor que lo dejemos descansar un poco. Mañana será otro día.

GÁNGSTER 2.- (Vanse por la izquierda). Sí, tienes razón. Mañana será otro día… (Al poco entran, en cuclillas, Ethel, Juan y Elena, por la derecha).

JUAN.- (Susurrando). ¿Se puede saber adónde nos has llevado?

ELENA. (Susurrando). ¿Y a ti qué te pasa?

JUAN.- Es que menudo viajecito… Primero nos hace montar en un avión que parecía del abuelo de los Wright… ¡Cinco horas en el aire para viajar de París a Berlín! ¡Dios Santo, qué viaje! ¡Qué viaje!

ETHEL.- (Susurrando). ¡Chis! Que nos pueden oír…

JUAN.- Después un tren que ha tardado más de dos días en pasar la frontera. ¡Watt se estaría revolviendo en su tumba!

ELENA.- Pero lo peor ya pasó, ¿no?

JUAN.- ¡Esa es otra! Cuando creía que lo peor había pasado, nos montamos en un coche que parecía bastante decente, y con él anduvimos por los caminos más alejados de la mano de Dios… ¡Creo que ni los romanos llegaron tan lejos…!

ELENA.- Pero el coche se portó, ¿no crees?

JUAN.- Has dicho bien. Se portó. Ni bien ni mal.

ELENA.- ¿De qué hablas?

JUAN.- ¡Ford, Renault, Diesel y Benz deberían haber inventado un automóvil que pudiese ir por todos los terrenos del mundo!

ELENA.- ¿Un coche capaz de ir tanto por la ciudad como por los barrizales? ¡Estás tú bueno…! Creo que cuando nos caímos en aquél bache, el golpe que te diste te ha dejado muy trastornado… (Ethel se para de repente, mirando la figura de Julio. Juan y Elena se dan cuenta de ello). ¿Qué pasa, Ethel?

ETHEL.- (Señalando a Julio). ¡Mirad allá!

ELENA.- ¿Qué es eso?

ETHEL.- ¡Es Julio! (Corran todos hacia él, intentando reanimarle, pero sin éxito. Le desatan). ¡Dios mío, Julio! ¿Qué demonios te han hecho?

JULIO.- ¡Oh, Ethel! ¡Querida! ¡Gracias a Dios que has venido! (Viendo a Juan y a Elena). ¿Qué hacéis vosotros aquí?

JUAN.- Hemos venido a hacer turismo, ¡no te digo…! ¡A qué va a ser! A salvarte el pellejo.

JULIO.- Pero esto es muy peligroso para vosotros… Deberíais marcharos, ahora que estáis aún a tiempo…

ELENA.- ¡Tonterías! Eres nuestro amigo… (Elena, al tratar de liberarle, le aprieta sin saberlo las cuerdas).

JULIO.- Con amigos así, ¿quién quiere enemigos?

ELENA,- Perdona, hijo. ¿Quién iba a decir que harían una doble corredera con horca por detrás?

JUAN.- ¿Y tú desde cuándo entiendes de nudos?

ETHEL.- Chicos, silencio.

JUAN.- (A Elena). Ya hablaremos tú y yo luego más seriamente…

ETHEL.- ¡Chicos! ¿Estamos a lo que estamos?

JUAN,- ¿Y a qué estamos?

ELENA.- Yo juraría que a martes.

ETHEL.- ¿Ya estáis otra vez?

JULIO.- Yo estoy aún atado…

ELENA.- Y yo estoy muy nerviosa…

JUAN.- No. Tú estás un poco p’allá…

ELENA.-… así que no me metáis prisa, ¿vale?

JULIO.- ¡Ya están aquí otra vez!

JUAN.- ¿Quiénes?

JULIO.- Largaos. Salvaos vosotros. Es a mí a quien quieren.

ELENA.- ¿Y qué es lo que quieren?

JULIO.- ¡Largaos de una vez!

ETHEL.- Julio…

JULIO.- Hacedme caso, por Dios… (Vanse Ethel, Juan y Elena por la derecha).

ETHEL.- Te quiero, Julio…

JULIO.- Yo también, pero, ¡por Dios, salid de aquí de una vez! (Al poco de irse aparecen por la izquierda los dos gángsteres de antes, hablando entre sí).

GÁNGSTER 1.- (Entrando por la izquierda, junto con su compañero). ¿Otra vez? ¿Pero es que no tuviste suficiente antes?

GÁNGSTER 2.- (Con cierto sadismo). No.

GÁNGSTER.- Debo decirte que me das miedo… ¡Si al final le vas a matar!

GÁNGSTER 2.- ¡Es la única forma de hacerle cantar…!

GÁNGSTER 1- Mucho me temo que después de tantas palizas acabe desafinando…

GÁNGSTER 2.- ¡Además, nuestro futuro depende de que nos lo diga!

GÁNGSTER 1.- Si está visto que nuestro futuro está pintado igual que el suyo: negro, negro…

GÁNGSTER 2.- (Dirigiéndose a Julio). ¿Nos lo vas a decir, o sigues mudo?

JULIO.- Ya os he dicho que jamás.

GÁNGSTER 2.- Pues tú lo has querido. (Comience a martirizarle, golpeándole el cuerpo a puñetazos y manotadas. Mientras se ensaña con él, se oye a Juan, Ethel y Elena hablar, pero los dos gángsteres no les hacen caso).

ELENA.- (En off. Susurrando). Yo ya no lo aguanto…

JUAN.- (En off. Susurrando). ¡A dónde vas, loca!

ELENA.- ¿Adónde voy a ir? A salvarle la vida…

ETHEL.- (En off. Susurrando). Ya saldrá de esta… Ha estado en momentos peores…

ELENA.- ¿Pero no le quieres salvar?

ETHEL.- Sí, pero, ¿no le has oído? Prefiere que le dejemos…

ELENA.- Pero somos sus amigos, y tú su esposa. Debemos actuar, y deprisa.

JUAN.- ¡Elena! ¡Vuelve aquí! (Al poco aparece Elena, interpretando de forma sensual).

ELENA.- ¡Yuju…! ¡Muchachos…! (los gángsteres abandonan su empresa para mirar hacia Elena, quien se apoya a un lado de forma sensual).

GÁNGSTER 2.- ¿Se puede saber quién eres?

ELENA.- (Caminando hacia ellos lenta y sensualmente). Vengo a haceros un masaje…

GÁNGSTER 1.- Pues muchas gracias, maja, pero…

ELENA.- (Junto a ellos, eróticamente). Os veo muy cansados… ¿Por qué no dejáis lo que estáis haciendo y os vais poniendo cómodos mientras yo…? (Al momento, los dos gángsteres se desnudan deprisa y corriendo, quedándose en ropa interior). ¡Qué rápidos!

GÁNGSTER 1.- Hija, es lo que hay…

ELENA.- Pues espero que no lo hagáis todo tan deprisa… (Vase lentamente por la izquierda, haciendo que los dos gángsteres la sigan. Al poco de irse, aparecen Ethel y Juan).

JUAN.- Pero, ¿adónde va?

ETHEL.- Tengo que decírtelo, o reviento… Ya notaba yo a Elena un poco… ligerita de cascos.

JUAN.- No. Lo que es ligerita, no creo, porque últimamente voy notando cómo cada día que pasa engorda más…

JULIO.- ¿Queréis hacerme el favor de desatarme y dejar el palique para luego? (Juan y Ethel corren a desatarle. Al poco entra, corriendo, el Gángster 1, nervioso. Juan y Ethel le miran asustados y no reaccionan. El Gángster 1 no les ve, pero se vuelve, a mitad de escena, hacia la salida izquierda. Entonces Ethel se esconde tras Julio, y Juan tras la mesa y la lámpara).

GÁNGSTER 1.- (Entrando por la izquierda). ¡No! ¡Eso sí que no! ¡Por ahí no paso! (Entran el Gángster 2 y Elena, medio desnuda).

GÁNGSTER 2.- ¿Y a ti qué te pasa?

ELENA.- Pues entonces no lo hago.

GÁNGSTER 2.- (Yendo junto a su compañero). Ya la has oído. Si no lo hacemos, ella no nos da los masajes…

GÁNGSTER 1.- ¡Pues me da igual! ¡Ya me dará otra persona los masajes! (En este momento, Elena nota la presencia de Ethel y de Juan. Acude junto a ellos, con cuidado de que los dos gángsteres no la vean).

GÁNGSTER 2.- Piénsalo bien…

ELENA.- (Susurrando, a Juan y Ethel). ¿Se puede saber qué estáis haciendo vosotros?

GÁNGSTER 1.- ¿Pero es que a ti no te da cosa?

JUAN.- (Susurrando, a Elena). Intentar liberar a Julio…

GÁNGSTER 2.- Un poco… Pero soy capaz de cualquier cosa por un masaje.

ETHEL.- (Susurrando, a Elena y Juan). ¡Chis! ¡Que al final nos van a pillar!

GÁNGSTER 2.- ¡Vamos! ¡No seas tímido y apúntate!

JUAN.- Tú y yo ya hablaremos en casa…

GÁNGSTER 2.- Ya has oído que si tú no lo haces también, nos quedamos sin masajes…

GÁNGSTER 1.- Pero, ¡ni que fuéramos una ensalada!

GÁNGSTER 2.- No, si… revueltos vamos a acabar…

GÁNGSTER 1.- (A Elena, quien, asustada, se vuelve, intentando ocultar a Juan tras de sí). De acuerdo… Me arriesgaré… ¡Pero ni una palabra de esto a nadie! (Vanse los tres por la izquierda).

ELENA.- ¡Veréis, veréis qué maravilla! (Vanse. Al poco Juan y Ethel salen de sus escondites y siguen intentando liberar a Julio, quien sigue inconsciente).

JUAN.- Dudo que esta mujer me siga queriendo…

ETHEL.- (Dando ligeros cachetes en el rostro de Julio). Julio… Julio… ¿Me oyes, cariño?

JUAN.- ¿Qué tal está?

ETHEL.- No lo sé… Le han dado tal cantidad de palizas que dudo siquiera que esté muerto incluso… A lo mejor nos oye, a lo mejor no.

JUAN.- Desatémosle ya de una vez y vayámonos…

ETHEL.- ¿Y no esperamos a Elena?

JUAN.- ¡A Elena que la den!

ETHEL.- ¿En qué sentido?

JUAN.- ¡En todos! Yo, al volver a París, ya me recompondré con un par de visitas al Moulin Rouge y verles las ligas a las bailarinas y, sobre todo, a Jane Avril.

ETHEL.- Hay que ver, Juan, cómo te pasas algunas veces…

JUAN.- ¿Y ella? ¿No se ha pasado?

ETHEL.- Tienes razón. Ha pasado de ti.

JUAN.- Pues eso… (Desátenle. Cuando Julio es al fin desatado, lo toman entre los dos y se lo llevan en cuclillas pero aparecen de nuevo los dos gángsteres, con Elena entre ellos. Ethel y Juan quedan petrificados).

ELENA.- ¿Qué os ha parecido?

GÁNGSTER 1.- ¡Ha sido maravilloso!

GÁNGSTER 2, ELENA,- ¿Lo ves?

GÁNGSTER 1.- ¡Quién iba a decir que los masajes con aceites iban a ser tan relajantes! (Entonces ven a Juan y Ethel portando entre sí a Julio. La escena queda quieta por unos segundos, mirándose unos a otros).

GÁNGSTER 2.- ¿Y vosotros quiénes sois?

JUAN.- ¿Nosotros?

ELENA.- (Aparte). ¡Nos pillaron!

JUAN.- Bueno, pues… ¡Ejem! Verá…

ETHEL.- Somos de la Protección de Testigos.

GÁNGSTER 1.- (A su compañero). ¿Cómo nos han encontrado?

ETHEL.- Venimos a proteger a este testigo porque está siendo maltratado física, psicológica, fuerte y fehacientemente.

ELENA.- Para fea tú, mona…

ETHEL.- Así que, como vuelvan a maltratar a otro testigo, no respondo de mis actos. Salvajes. (Vanse, dejando a los gángsteres con la palabra en la boca).

JUAN.- (A Ethel). Muy bien, Ethel. Se lo han tragado…

ETHEL.- ¡Chis!

GÁNGSTER 2.- (Deteniéndoles). Conque se lo han tragado, ¿eh? ¡Alto ahí! (Juan, al momento, levanta las manos, soltando, por tanto a Julio, con la consiguiente caída del mismo al suelo, junto con Ethel). Sois amigos de éste, ¿verdad?

JUAN.- Sólo un conocido… Y de oídas…

GÁNGSTER 2.- (A su compañero). Átales a la silla.

GÁNGSTER 1.- Pero es que sólo tenemos una…

JUAN.- ¡Pues hacemos el juego de las sillas! Venga, yo canto y todos vosotros…

GÁNGSTER 2.- ¡Silencio! Aquí nadie va a cantar salvo ese.

JUAN.- Yo creo que más bien dará el cante… ¡Pero, si les da lo mismo, puedo dar un do de pecho! Verán… (Prepárese para dar un do de pecho, pero el Gángster 2 le detiene).

GÁNGSTER 2.- Lo que te voy a dar yo va a ser una paliza si no te callas…

ELENA.- ¡Ya está bien! ¿No? Aquí nadie va a dar nada.

GANGSTER 1.- Tú nos has dado un masaje…

GÁNGSTER 2.- Así que tú estás con ellos, ¿no es así?

ELENA.- ¡Qué dices…! Yo estoy aquí. ¿O es que no me veis?

GÁNGSTER 2.- Tú también. Con ellos. (La toma de un brazo y la empuja junto a Juan, Ethel y Julio).

JUAN.- (A Elena). Tú y yo tenemos que hablar muy seriamente.

ELENA.- ¿Sobre qué?

ETHEL.- (Aparte). ¡Ay, Dios! ¡Ya empezamos!

JUAN.- Sobre esos masajes.

ELENA.- ¿De qué te quejas?

JUAN.- De que tú das masajes a todo quisqui, a cualquier extraño y a mí ni un achuchón eventual. Ni eso. (Comenzando a sollozar cómicamente). ¡Claro! Como ya no te gusto…

ELENA.- No es eso… (Trata de abrazarle, pero Juan la rechaza ferozmente).

JUAN.- No te hagas la tonta… Sé que te ves con otros hombres cuando sales de casa, e incluso me han contado ciertos pajaritos que llegas a tratar con casi cien al día, con eso de los masajes y los aceites…

ELENA.- ¿Y de qué te sorprendes?

JUAN.- ¿Cómo que de qué me sorprendo? ¡Hija, que pareces tonta! Me da cosa el que estés ahí, manoseando el cuerpo desnudo de varios hombres, untándolos en aceite, con tus delicadas manos…

ELENA.- Que también hay mujeres, ¿eh?

JUAN.- ¡Eso, hala! ¡Y encima me lo restriegas bien por la cara!

ELENA.- ¿El qué?

JUAN.- El que estés también con mujeres.

ELENA.- ¡Juan!

JUAN.- Elena, ¿es que acaso ya no te gusto? ¿Ya no te atraigo físicamente? Ya sé que desde que nos casamos (y de eso apenas hace unos meses) he cogido un par de kilitos, y se me van aireando las ideas, pero el matrimonio está también para que ambos se cuenten y solucionen sus problemas hablando… Elena, ¿ya no sientes pasión hacia mí?

ELENA.- ¿Se puede saber qué tonterías estás diciendo? Sabes perfectamente que eso de los masajes es muy inocente…

JUAN.- ¡Tan inocente como Jack el Destripador!

ELENA.- ¡Juan! ¡Que trabajo en un balneario! ¡Lo de los masajes es normal! ¿O no te acuerdas que nos conocimos en uno en el que yo trabajaba?

GÁNGSTER 2.- ¡Ya está bien! Ahora mismo vais a morir todos si no colaboráis… (De repente, se oyen disparos. Todos se sobresaltan. Instintivamente, Juan y Elena se tiran al suelo. Los dos Gángsteres salen por la derecha. Ethel queda de rodillas junto a su marido. Cuando se agacha, toma una pistola que llevaba todo el tiempo tras sí).

JUAN.- (Al comenzar los disparos). ¿Pero qué pasa ahora?

ETHEL.- Son unos amigos… (Sacando la pistola).

GÁNGSTER 1.- (Volviendo a escena). ¿Y ahora qué hacemos?

GÁNGSTER 2.- ¡Vaya unas preguntas que haces! Pues salir por piernas, claro. (Huyan por la izquierda. Ethel se levanta y comienza a disparar mientras les persigue).

ELENA.- Esto sí que son unos fuegos de artificio y no lo de Año Nuevo.

JUAN.- Elena, haz el favor y cállate ya, ¿vale? (Entonces entra todo un escuadrón de batalla armado hasta los dientes, corriendo de derecha a izquierda).

OFICIAL.- ¡T. J.! ¡Al tejado! (Vase el escuadrón por la izquierda. Al poco vuelve Ethel junto a Juan y Elena, a quienes ayuda a levantarse mientras toman entre sí a Julio, quien comienza a volver en sí).

JULIO.- Ethel, apaga ya el despertador…

JUAN.- Pero, ¿alguien me quiere hacer el grandísimo favor de querer explicarme qué es lo que demonios está ocurriendo ahora mismo aquí? ¿Qué es esto? ¿La Segunda Guerra Mundial?

ETHEL.- Ya os lo he dicho. Son unos amigos. (Al momento dejan de oírse los disparos y aparece el escuadrón con los dos gángsteres presos).

JUAN.- Esperen… (A los dos gángsteres). ¿Por qué habéis cogido a este pobre hombre? ¿Qué era eso que él sabía y que vosotros a la fuerza queríais que os desvelara?

GÁNGSTER 2.- ¡Muy fácil! Queríamos saber dónde compraba las verduras tan baratas, porque a nosotros, con las letras del piso, no nos llega ni para pipas…

JUAN.- Ya sí que no comprendo nada…

GANGSTER 2.- Bueno, y también dinero…

JUAN.- (Suspirando). ¿Cuánto…?

GÁNGSTER 2.- Cincuenta…

JUAN.- (Echando mano de su cartera). ¡Ah, bueno! Si es eso, veré si tengo suelto…

GÁNGSTER 2.- Mil…

JUAN.- (Guardando la cartera y tomando una chequera de su bolsillo). Pues entonces echaré mano de la chequera…

GÁNGSTER 2.- Millones.

JUAN.- (Quien se iba a disponer a escribir en la chequera. Al oír lo último, se para en seco y le ve con los ojos abiertos como platos. Alterna la mirada con Julio). ¿Y a qué os debe tanto?

GÁNGSTER 2.- Al principio sólo eran diez dólares, pero eso era antes de lo de Nueva York… Y, claro, ahora los intereses suben cada cinco minutos… (Vanse con el escuadrón, por la derecha. Queden en escena Juan, totalmente anonadado, Elena, Ethel y Julio, ya más espabilado).

JULIO.- (Volviendo en sí). ¿Dónde estoy?

ETHEL.- (Abrazándole y besándole). ¡Julio! ¡Estás bien!

JULIO.- Eso creo… (Viendo a Juan y a Elena). ¿Y vosotros qué hacéis aquí?

JUAN.- A salvarte la vida… ¡No sabes por lo que nos ha hecho pasar tu mujer! ¡Qué viajecito de ida, Dios mío! ¡Qué viajecito…!

ELENA.- ¿Estás bien, Julio? Porque te dieron una verdadera tunda…

JULIO.- ¡Bah! No es nada que no pueda arreglar Florence…

ETHEL.- ¿Quién?

JULIO.- Nadie, cariño. Nadie. Tan sólo era una metáfora que…

ETHEL.- ¡Ya te daré yo metáforas! ¡Tira p’alante! (Empújele hasta salir ambos de escena por la derecha).

ELENA.- ¡En fin…! Cariño, ¿te lo has pasado bien?

JUAN.- ¿Se puede saber qué es lo que te pasa a ti? ¿En verdad te has divertido?

ELENA.- ¡Muchísimo!

JUAN.- Sobre todo con esos dos, ¿no?

ELENA.- Juan, ¡vives en el pasado! ¡Afronta de una vez el presente!

JUAN.- ¡Ya te compondré yo!

ELENA.- ¿Por qué no lo repetimos?

JUAN.- ¡Más quisieras…!

ELENA.- Juan, te noto un poco tenso y celosillo…

JUAN.- ¿Celoso? ¿Quién? ¿Yo? ¡Anda ya! Yo no soy celoso…

ELENA.- Admítelo. Eres celoso.

JUAN.- Bueno, es cierto. Soy muy celoso. Cuando veo a la Pola Negri con el otro… ¡es que me comen los celos!

ELENA.- ¡Digo conmigo!

JUAN.- Em… También, también…

ELENA.- Tira para la casa, que sé de una cosa que te hará olvidar a la Negri esa…

JUAN.- ¿El qué? (Elena le susurra algo al oído. Juan se alegra mucho de ello). ¿De verás? ¿Y con aceite de ricino? (Elena asiente contenta). ¡Por fin el aceite de ricino es bueno para algo! (Vanse y telón).

No hay comentarios:

Publicar un comentario