Escena II
Estamos en el interior de una casucha destartalada. Todo es oscuridad,
salvo por la luz de una joven bombilla, encima de una mesa, iluminando a dos
hombres, de espaldas al público. Tras ellos está Julio, atado a una silla, con
el rostro destrozado por las palizas que, desde hace varios días, estos hombres
le están propinando. En el momento de alzarse el telón, los dos hombres le
están pegando en el rostro. Se oyen las manotadas muy fuertemente. Al poco le
dejan. Los dos hombres se hacen a un lado, visiblemente cansados, pero no tanto
como lo está Julio. Julio permanece maniatado a la silla, con la cabeza gacha.
Viste como en la escena anterior, sólo que el gorro está a su lado, en el
suelo. Está sin chaqueta.
GÁNGSTER 1.- (Aparte, a su compañero). Este tipo es
muy duro de pelar…
GÁNGSTER 2.-
Déjale. Ya hablará…
GÁNGSTER 1.- ¿Y
si al final se muere? Mira que la última paliza ha sido demasiado fuerte… Hasta
a mí me ha dado miedo.
GÁNGSTER 2.- No
creo que se vaya a morir ahora. Con lo cerca que estamos…
GÁNGSTER 1.- ¿Y
si lo dejamos por hoy? Ya estoy cansado de dar tantas palizas…
GÁNGSTER 2.-
Sólo una cosa más… (A Julio, a quien
levanta el rostro). Dinos, ¿dónde lo tienes?
JULIO.- (Vistosamente dolorido y cansado). Que
os zurzan…
GÁNGSTER 1.- (Mirándose un codo de la camisa). Si
tienes un poco de hilo por ahí… (El Gángster
2 le vuelve a abofetear un par de veces. Julio baja la cabeza. Los dos se le
quedan mirando. El Gángster 2 le levanta el rostro, tomándolo por el cabello.
Al poco lo suelta).
GÁNGSTER 2.- (A su compañero). Éste ya no cantará
más…
GÁNGSTER 1.-
¿Le has matado?
GÁNGSTER 2.-
¿De qué hablas? Se ha desmayado.
GÁNGSTER 1.-
Será mejor que lo dejemos descansar un poco. Mañana será otro día.
GÁNGSTER 2.- (Vanse por la izquierda). Sí, tienes
razón. Mañana será otro día… (Al poco
entran, en cuclillas, Ethel, Juan y Elena, por la derecha).
JUAN.- (Susurrando). ¿Se puede saber adónde nos
has llevado?
ELENA. (Susurrando). ¿Y a ti qué te pasa?
JUAN.- Es que
menudo viajecito… Primero nos hace montar en un avión que parecía del abuelo de
los Wright… ¡Cinco horas en el aire para viajar de París a Berlín! ¡Dios Santo,
qué viaje! ¡Qué viaje!
ETHEL.- (Susurrando). ¡Chis! Que nos pueden oír…
JUAN.- Después
un tren que ha tardado más de dos días en pasar la frontera. ¡Watt se estaría
revolviendo en su tumba!
ELENA.- Pero lo
peor ya pasó, ¿no?
JUAN.- ¡Esa es
otra! Cuando creía que lo peor había pasado, nos montamos en un coche que
parecía bastante decente, y con él anduvimos por los caminos más alejados de la
mano de Dios… ¡Creo que ni los romanos llegaron tan lejos…!
ELENA.- Pero el
coche se portó, ¿no crees?
JUAN.- Has
dicho bien. Se portó. Ni bien ni mal.
ELENA.- ¿De qué
hablas?
JUAN.- ¡Ford,
Renault, Diesel y Benz deberían haber inventado un automóvil que pudiese ir por
todos los terrenos del mundo!
ELENA.- ¿Un
coche capaz de ir tanto por la ciudad como por los barrizales? ¡Estás tú
bueno…! Creo que cuando nos caímos en aquél bache, el golpe que te diste te ha
dejado muy trastornado… (Ethel se para de
repente, mirando la figura de Julio. Juan y Elena se dan cuenta de ello).
¿Qué pasa, Ethel?
ETHEL.- (Señalando a Julio). ¡Mirad allá!
ELENA.- ¿Qué es
eso?
ETHEL.- ¡Es
Julio! (Corran todos hacia él, intentando
reanimarle, pero sin éxito. Le desatan). ¡Dios mío, Julio! ¿Qué demonios te
han hecho?
JULIO.- ¡Oh, Ethel!
¡Querida! ¡Gracias a Dios que has venido! (Viendo
a Juan y a Elena). ¿Qué hacéis vosotros aquí?
JUAN.- Hemos
venido a hacer turismo, ¡no te digo…! ¡A qué va a ser! A salvarte el pellejo.
JULIO.- Pero
esto es muy peligroso para vosotros… Deberíais marcharos, ahora que estáis aún
a tiempo…
ELENA.-
¡Tonterías! Eres nuestro amigo… (Elena,
al tratar de liberarle, le aprieta sin saberlo las cuerdas).
JULIO.- Con
amigos así, ¿quién quiere enemigos?
ELENA,-
Perdona, hijo. ¿Quién iba a decir que harían una doble corredera con horca por
detrás?
JUAN.- ¿Y tú
desde cuándo entiendes de nudos?
ETHEL.- Chicos,
silencio.
JUAN.- (A Elena). Ya hablaremos tú y yo luego
más seriamente…
ETHEL.-
¡Chicos! ¿Estamos a lo que estamos?
JUAN,- ¿Y a qué
estamos?
ELENA.- Yo
juraría que a martes.
ETHEL.- ¿Ya
estáis otra vez?
JULIO.- Yo
estoy aún atado…
ELENA.- Y yo
estoy muy nerviosa…
JUAN.- No. Tú
estás un poco p’allá…
ELENA.-… así
que no me metáis prisa, ¿vale?
JULIO.- ¡Ya
están aquí otra vez!
JUAN.-
¿Quiénes?
JULIO.-
Largaos. Salvaos vosotros. Es a mí a quien quieren.
ELENA.- ¿Y qué
es lo que quieren?
JULIO.-
¡Largaos de una vez!
ETHEL.- Julio…
JULIO.- Hacedme
caso, por Dios… (Vanse Ethel, Juan y
Elena por la derecha).
ETHEL.- Te
quiero, Julio…
JULIO.- Yo también,
pero, ¡por Dios, salid de aquí de una vez! (Al
poco de irse aparecen por la izquierda los dos gángsteres de antes, hablando
entre sí).
GÁNGSTER 1.- (Entrando por la izquierda, junto con su
compañero). ¿Otra vez? ¿Pero es que no tuviste suficiente antes?
GÁNGSTER 2.- (Con cierto sadismo). No.
GÁNGSTER.- Debo
decirte que me das miedo… ¡Si al final le vas a matar!
GÁNGSTER 2.-
¡Es la única forma de hacerle cantar…!
GÁNGSTER 1-
Mucho me temo que después de tantas palizas acabe desafinando…
GÁNGSTER 2.-
¡Además, nuestro futuro depende de que nos lo diga!
GÁNGSTER 1.- Si
está visto que nuestro futuro está pintado igual que el suyo: negro, negro…
GÁNGSTER 2.- (Dirigiéndose a Julio). ¿Nos lo vas a
decir, o sigues mudo?
JULIO.- Ya os
he dicho que jamás.
GÁNGSTER 2.-
Pues tú lo has querido. (Comience a
martirizarle, golpeándole el cuerpo a puñetazos y manotadas. Mientras se ensaña
con él, se oye a Juan, Ethel y Elena hablar, pero los dos gángsteres no les
hacen caso).
ELENA.- (En off. Susurrando). Yo ya no lo
aguanto…
JUAN.- (En off. Susurrando). ¡A dónde vas,
loca!
ELENA.- ¿Adónde
voy a ir? A salvarle la vida…
ETHEL.- (En off. Susurrando). Ya saldrá de esta…
Ha estado en momentos peores…
ELENA.- ¿Pero
no le quieres salvar?
ETHEL.- Sí,
pero, ¿no le has oído? Prefiere que le dejemos…
ELENA.- Pero
somos sus amigos, y tú su esposa. Debemos actuar, y deprisa.
JUAN.- ¡Elena!
¡Vuelve aquí! (Al poco aparece Elena,
interpretando de forma sensual).
ELENA.- ¡Yuju…!
¡Muchachos…! (los gángsteres abandonan su
empresa para mirar hacia Elena, quien se apoya a un lado de forma sensual).
GÁNGSTER 2.- ¿Se
puede saber quién eres?
ELENA.- (Caminando hacia ellos lenta y
sensualmente). Vengo a haceros un masaje…
GÁNGSTER 1.-
Pues muchas gracias, maja, pero…
ELENA.- (Junto a ellos, eróticamente). Os veo
muy cansados… ¿Por qué no dejáis lo que estáis haciendo y os vais poniendo
cómodos mientras yo…? (Al momento, los
dos gángsteres se desnudan deprisa y corriendo, quedándose en ropa interior).
¡Qué rápidos!
GÁNGSTER 1.-
Hija, es lo que hay…
ELENA.- Pues
espero que no lo hagáis todo tan deprisa…
(Vase lentamente por la izquierda, haciendo que los dos gángsteres la sigan. Al
poco de irse, aparecen Ethel y Juan).
JUAN.- Pero,
¿adónde va?
ETHEL.- Tengo
que decírtelo, o reviento… Ya notaba yo a Elena un poco… ligerita de cascos.
JUAN.- No. Lo
que es ligerita, no creo, porque últimamente voy notando cómo cada día que pasa
engorda más…
JULIO.-
¿Queréis hacerme el favor de desatarme y dejar el palique para luego? (Juan y Ethel corren a desatarle. Al poco
entra, corriendo, el Gángster 1, nervioso. Juan y Ethel le miran asustados y no
reaccionan. El Gángster 1 no les ve, pero se vuelve, a mitad de escena, hacia
la salida izquierda. Entonces Ethel se esconde tras Julio, y Juan tras la mesa
y la lámpara).
GÁNGSTER 1.- (Entrando por la izquierda). ¡No! ¡Eso
sí que no! ¡Por ahí no paso! (Entran el
Gángster 2 y Elena, medio desnuda).
GÁNGSTER 2.- ¿Y
a ti qué te pasa?
ELENA.- Pues
entonces no lo hago.
GÁNGSTER 2.- (Yendo junto a su compañero). Ya la has
oído. Si no lo hacemos, ella no nos da los masajes…
GÁNGSTER 1.-
¡Pues me da igual! ¡Ya me dará otra persona los masajes! (En este momento, Elena nota la presencia de Ethel y de Juan. Acude
junto a ellos, con cuidado de que los dos gángsteres no la vean).
GÁNGSTER 2.-
Piénsalo bien…
ELENA.- (Susurrando, a Juan y Ethel). ¿Se puede
saber qué estáis haciendo vosotros?
GÁNGSTER 1.-
¿Pero es que a ti no te da cosa?
JUAN.- (Susurrando, a Elena). Intentar liberar
a Julio…
GÁNGSTER 2.- Un
poco… Pero soy capaz de cualquier cosa por un masaje.
ETHEL.- (Susurrando, a Elena y Juan). ¡Chis!
¡Que al final nos van a pillar!
GÁNGSTER 2.- ¡Vamos!
¡No seas tímido y apúntate!
JUAN.- Tú y yo
ya hablaremos en casa…
GÁNGSTER 2.- Ya
has oído que si tú no lo haces también, nos quedamos sin masajes…
GÁNGSTER 1.-
Pero, ¡ni que fuéramos una ensalada!
GÁNGSTER 2.-
No, si… revueltos vamos a acabar…
GÁNGSTER 1.- (A Elena, quien, asustada, se vuelve,
intentando ocultar a Juan tras de sí). De acuerdo… Me arriesgaré… ¡Pero ni
una palabra de esto a nadie! (Vanse los
tres por la izquierda).
ELENA.-
¡Veréis, veréis qué maravilla! (Vanse. Al
poco Juan y Ethel salen de sus escondites y siguen intentando liberar a Julio,
quien sigue inconsciente).
JUAN.- Dudo que
esta mujer me siga queriendo…
ETHEL.- (Dando ligeros cachetes en el rostro de
Julio). Julio… Julio… ¿Me oyes, cariño?
JUAN.- ¿Qué tal
está?
ETHEL.- No lo
sé… Le han dado tal cantidad de palizas que dudo siquiera que esté muerto
incluso… A lo mejor nos oye, a lo mejor no.
JUAN.-
Desatémosle ya de una vez y vayámonos…
ETHEL.- ¿Y no
esperamos a Elena?
JUAN.- ¡A Elena
que la den!
ETHEL.- ¿En qué
sentido?
JUAN.- ¡En
todos! Yo, al volver a París, ya me recompondré con un par de visitas al Moulin
Rouge y verles las ligas a las bailarinas y, sobre todo, a Jane Avril.
ETHEL.- Hay que
ver, Juan, cómo te pasas algunas veces…
JUAN.- ¿Y ella?
¿No se ha pasado?
ETHEL.- Tienes
razón. Ha pasado de ti.
JUAN.- Pues
eso… (Desátenle. Cuando Julio es al fin desatado,
lo toman entre los dos y se lo llevan en cuclillas pero aparecen de nuevo los
dos gángsteres, con Elena entre ellos. Ethel y Juan quedan petrificados).
ELENA.- ¿Qué os
ha parecido?
GÁNGSTER 1.-
¡Ha sido maravilloso!
GÁNGSTER 2,
ELENA,- ¿Lo ves?
GÁNGSTER 1.-
¡Quién iba a decir que los masajes con aceites iban a ser tan relajantes! (Entonces ven a Juan y Ethel portando entre
sí a Julio. La escena queda quieta por unos segundos, mirándose unos a otros).
GÁNGSTER 2.- ¿Y
vosotros quiénes sois?
JUAN.-
¿Nosotros?
ELENA.- (Aparte). ¡Nos pillaron!
JUAN.- Bueno,
pues… ¡Ejem! Verá…
ETHEL.- Somos
de la Protección
de Testigos.
GÁNGSTER 1.- (A su compañero). ¿Cómo nos han
encontrado?
ETHEL.- Venimos
a proteger a este testigo porque está siendo maltratado física, psicológica,
fuerte y fehacientemente.
ELENA.- Para
fea tú, mona…
ETHEL.- Así
que, como vuelvan a maltratar a otro testigo, no respondo de mis actos. Salvajes.
(Vanse, dejando a los gángsteres con la
palabra en la boca).
JUAN.- (A Ethel). Muy bien, Ethel. Se lo han
tragado…
ETHEL.- ¡Chis!
GÁNGSTER 2.- (Deteniéndoles). Conque se lo han
tragado, ¿eh? ¡Alto ahí! (Juan, al
momento, levanta las manos, soltando, por tanto a Julio, con la consiguiente
caída del mismo al suelo, junto con Ethel). Sois amigos de éste, ¿verdad?
JUAN.- Sólo un
conocido… Y de oídas…
GÁNGSTER 2.- (A su compañero). Átales a la silla.
GÁNGSTER 1.-
Pero es que sólo tenemos una…
JUAN.- ¡Pues
hacemos el juego de las sillas! Venga, yo canto y todos vosotros…
GÁNGSTER 2.- ¡Silencio!
Aquí nadie va a cantar salvo ese.
JUAN.- Yo creo
que más bien dará el cante… ¡Pero, si les da lo mismo, puedo dar un do de
pecho! Verán… (Prepárese para dar un do
de pecho, pero el Gángster 2 le detiene).
GÁNGSTER 2.- Lo
que te voy a dar yo va a ser una paliza si no te callas…
ELENA.- ¡Ya
está bien! ¿No? Aquí nadie va a dar nada.
GANGSTER 1.- Tú
nos has dado un masaje…
GÁNGSTER 2.-
Así que tú estás con ellos, ¿no es así?
ELENA.- ¡Qué
dices…! Yo estoy aquí. ¿O es que no me veis?
GÁNGSTER 2.- Tú
también. Con ellos. (La toma de un brazo
y la empuja junto a Juan, Ethel y Julio).
JUAN.- (A Elena). Tú y yo tenemos que hablar
muy seriamente.
ELENA.- ¿Sobre
qué?
ETHEL.- (Aparte). ¡Ay, Dios! ¡Ya empezamos!
JUAN.- Sobre
esos masajes.
ELENA.- ¿De qué
te quejas?
JUAN.- De que
tú das masajes a todo quisqui, a cualquier extraño y a mí ni un achuchón
eventual. Ni eso. (Comenzando a sollozar
cómicamente). ¡Claro! Como ya no te gusto…
ELENA.- No es
eso… (Trata de abrazarle, pero Juan la
rechaza ferozmente).
JUAN.- No te
hagas la tonta… Sé que te ves con otros hombres cuando sales de casa, e incluso
me han contado ciertos pajaritos que llegas a tratar con casi cien al día, con
eso de los masajes y los aceites…
ELENA.- ¿Y de
qué te sorprendes?
JUAN.- ¿Cómo
que de qué me sorprendo? ¡Hija, que pareces tonta! Me da cosa el que estés ahí,
manoseando el cuerpo desnudo de varios hombres, untándolos en aceite, con tus
delicadas manos…
ELENA.- Que
también hay mujeres, ¿eh?
JUAN.- ¡Eso,
hala! ¡Y encima me lo restriegas bien por la cara!
ELENA.- ¿El
qué?
JUAN.- El que
estés también con mujeres.
ELENA.- ¡Juan!
JUAN.- Elena,
¿es que acaso ya no te gusto? ¿Ya no te atraigo físicamente? Ya sé que desde
que nos casamos (y de eso apenas hace unos meses) he cogido un par de kilitos,
y se me van aireando las ideas, pero el matrimonio está también para que ambos
se cuenten y solucionen sus problemas hablando… Elena, ¿ya no sientes pasión
hacia mí?
ELENA.- ¿Se
puede saber qué tonterías estás diciendo? Sabes perfectamente que eso de los
masajes es muy inocente…
JUAN.- ¡Tan
inocente como Jack el Destripador!
ELENA.- ¡Juan!
¡Que trabajo en un balneario! ¡Lo de los masajes es normal! ¿O no te acuerdas
que nos conocimos en uno en el que yo trabajaba?
GÁNGSTER 2.-
¡Ya está bien! Ahora mismo vais a morir todos si no colaboráis… (De repente, se oyen disparos. Todos se
sobresaltan. Instintivamente, Juan y Elena se tiran al suelo. Los dos
Gángsteres salen por la derecha. Ethel queda de rodillas junto a su marido.
Cuando se agacha, toma una pistola que llevaba todo el tiempo tras sí).
JUAN.- (Al comenzar los disparos). ¿Pero qué
pasa ahora?
ETHEL.- Son
unos amigos… (Sacando la pistola).
GÁNGSTER 1.- (Volviendo a escena). ¿Y ahora qué
hacemos?
GÁNGSTER 2.-
¡Vaya unas preguntas que haces! Pues salir por piernas, claro. (Huyan por la izquierda. Ethel se levanta y
comienza a disparar mientras les persigue).
ELENA.- Esto sí
que son unos fuegos de artificio y no lo de Año Nuevo.
JUAN.- Elena,
haz el favor y cállate ya, ¿vale? (Entonces
entra todo un escuadrón de batalla armado hasta los dientes, corriendo de
derecha a izquierda).
OFICIAL.- ¡T.
J.! ¡Al tejado! (Vase el escuadrón por la
izquierda. Al poco vuelve Ethel junto a Juan y Elena, a quienes ayuda a
levantarse mientras toman entre sí a Julio, quien comienza a volver en sí).
JULIO.- Ethel,
apaga ya el despertador…
JUAN.- Pero,
¿alguien me quiere hacer el grandísimo favor de querer explicarme qué es lo que
demonios está ocurriendo ahora mismo aquí? ¿Qué es esto? ¿La Segunda Guerra
Mundial?
ETHEL.- Ya os
lo he dicho. Son unos amigos. (Al momento
dejan de oírse los disparos y aparece el escuadrón con los dos gángsteres
presos).
JUAN.- Esperen…
(A los dos gángsteres). ¿Por qué
habéis cogido a este pobre hombre? ¿Qué era eso que él sabía y que vosotros a
la fuerza queríais que os desvelara?
GÁNGSTER 2.-
¡Muy fácil! Queríamos saber dónde compraba las verduras tan baratas, porque a
nosotros, con las letras del piso, no nos llega ni para pipas…
JUAN.- Ya sí
que no comprendo nada…
GANGSTER 2.-
Bueno, y también dinero…
JUAN.- (Suspirando). ¿Cuánto…?
GÁNGSTER 2.-
Cincuenta…
JUAN.- (Echando mano de su cartera). ¡Ah,
bueno! Si es eso, veré si tengo suelto…
GÁNGSTER 2.-
Mil…
JUAN.- (Guardando la cartera y tomando una chequera
de su bolsillo). Pues entonces echaré mano de la chequera…
GÁNGSTER 2.-
Millones.
JUAN.- (Quien se iba a disponer a escribir en la
chequera. Al oír lo último, se para en seco y le ve con los ojos abiertos como
platos. Alterna la mirada con Julio). ¿Y a qué os debe tanto?
GÁNGSTER 2.- Al
principio sólo eran diez dólares, pero eso era antes de lo de Nueva York… Y,
claro, ahora los intereses suben cada cinco minutos… (Vanse con el escuadrón, por la derecha. Queden en escena Juan,
totalmente anonadado, Elena, Ethel y Julio, ya más espabilado).
JULIO.- (Volviendo en sí). ¿Dónde estoy?
ETHEL.- (Abrazándole y besándole). ¡Julio!
¡Estás bien!
JULIO.- Eso
creo… (Viendo a Juan y a Elena). ¿Y
vosotros qué hacéis aquí?
JUAN.- A
salvarte la vida… ¡No sabes por lo que nos ha hecho pasar tu mujer! ¡Qué
viajecito de ida, Dios mío! ¡Qué viajecito…!
ELENA.- ¿Estás
bien, Julio? Porque te dieron una verdadera tunda…
JULIO.- ¡Bah!
No es nada que no pueda arreglar Florence…
ETHEL.- ¿Quién?
JULIO.- Nadie,
cariño. Nadie. Tan sólo era una metáfora que…
ETHEL.- ¡Ya te
daré yo metáforas! ¡Tira p’alante! (Empújele
hasta salir ambos de escena por la derecha).
ELENA.- ¡En
fin…! Cariño, ¿te lo has pasado bien?
JUAN.- ¿Se
puede saber qué es lo que te pasa a ti? ¿En verdad te has divertido?
ELENA.-
¡Muchísimo!
JUAN.- Sobre
todo con esos dos, ¿no?
ELENA.- Juan,
¡vives en el pasado! ¡Afronta de una vez el presente!
JUAN.- ¡Ya te
compondré yo!
ELENA.- ¿Por
qué no lo repetimos?
JUAN.- ¡Más
quisieras…!
ELENA.- Juan,
te noto un poco tenso y celosillo…
JUAN.- ¿Celoso?
¿Quién? ¿Yo? ¡Anda ya! Yo no soy celoso…
ELENA.-
Admítelo. Eres celoso.
JUAN.- Bueno,
es cierto. Soy muy celoso. Cuando veo a la Pola Negri con el otro…
¡es que me comen los celos!
ELENA.- ¡Digo
conmigo!
JUAN.- Em… También,
también…
ELENA.- Tira
para la casa, que sé de una cosa que te hará olvidar a la Negri esa…
JUAN.- ¿El qué?
(Elena le susurra algo al oído. Juan se
alegra mucho de ello). ¿De verás? ¿Y con aceite de ricino? (Elena asiente contenta). ¡Por fin el aceite
de ricino es bueno para algo! (Vanse y
telón).
No hay comentarios:
Publicar un comentario