martes, 4 de mayo de 2010

CAPITULO 2

Aquella mujer me acompañó desde su despacho a otro, casi a la otra punta del edificio. Apenas pude ver lo que había a mi alrededor. Todo pasaba tan deprisa... Los nervios que había dentro de mí no dejaban que mi vista se posara más de dos segundos en una única dirección. La mujer llama a la puerta con los nudillos. Alguien dentro contesta. La mujer abre la puerta.

- ¿Doctora Saroyan?,- un hombre que estaba sentado en una silla de oficina de cuero, se levanta y la saluda dándole la mano.

- Buenos días, doctor Sweets. Aquí le traigo al nuevo forense,- la mujer le entrega la carpeta que ella misma había visto cuando me hizo la entrevista. El hombre despide a la mujer, me mira sonriente durante apenas medio segundo para darme la espalda e ir a sentarse de nuevo a su butacón. La mujer se va, cerrando la puerta. El hombre me señala el asiento de delante de la mesa con la mano sin quitar la vista de la carpeta. Tímidamente, me siento.

- ¿Qué especialidad tiene usted?,- pregunté sin saber por qué.

El hombre me mira fijamente, pero al momento sonríe.

- No, no. Yo no soy forense.

- Pero es doctor...

- Doctor en psicología.

Cuando oí su respuesta, no pude por más que lanzar una tímida risa.

- Tranquilo, estoy acostumbrado.

- ¿Perdone?,- le pregunté.

- Estoy acostumbrado.

- No le entiendo.

- Sé lo que está pensando. "Parece muy joven para ser doctor en psicología". Pues sí, lo soy. Y de los mejores.

Este hombre no tiene abuela.

- ¿Y por qué hay un psicólogo en el Jeffersonian?

El doctor iba a contestarme cuando de repente, alguien abre la puerta de improviso.

- Sweets, tengo que hablar...,- el hombre que acababa de entrar se paró en seco -. Perdona, no sabía que...

- Booth, estoy contigo en un minuto.

- ¿Es el nuevo?,- pregunta señalándome.

- Así es.

El hombre me mira de arriba a abajo y sonríe.

- ¿Ya ha visto a Huesos?

- No, aún no.

El hombre vuelve a darme un repaso con la mirada.

- Zapatos brillantes... Pantalón con la raya hecha... Camisa limpia... Chaqueta impecable... Corbata perfectamente simétrica... Te puedo asegurar, chaval, que le vas a encantar a Huesos.

- Booth...,- el tono de voz del doctor Sweets dejaba entrever cierto recelo. Recelo bastante visible cuando el doctor se levanta de la mesa e invita (obliga) al hombre a abandonar el despacho.

- ¡No, de verdad! Conociendo como conozco a Huesos, a primera vista le creerá detallista en su trabajo.

- ¡Pero bueno! ¿Quién es aquí el psicólogo?

- Tú, Sweets, pero...

- Ni peros ni nada,- y logra echarle del despacho. Pero apenas da un par de pasos hacia su sillón cuando el hombre asoma la cabeza.

- Le vas a caer genial,- me susurra. El doctor cierra otra vez la puerta. Se queda un momento quieto, delante de la puerta y sube la cortina que había en esa puerta. Y aparece de nuevo aquel hombre, con una sonrisa desproporcionada y con los lugares levantados. Baja la cortina y vuelve a su asiento.

- ¿Quién era?

- El agente Booth.

- ¿Agente?

- Es el agente de FBI que tenemos asignado.

- ¿Y que era eso de Huesos?

- El apodo con que llama a la doctora Brennan. Tu jefa.