Aquella mujer me acompañó desde su despacho a otro, casi a la otra punta del edificio. Apenas pude ver lo que había a mi alrededor. Todo pasaba tan deprisa... Los nervios que había dentro de mí no dejaban que mi vista se posara más de dos segundos en una única dirección. La mujer llama a la puerta con los nudillos. Alguien dentro contesta. La mujer abre la puerta.
- ¿Doctora Saroyan?,- un hombre que estaba sentado en una silla de oficina de cuero, se levanta y la saluda dándole la mano.
- Buenos días, doctor Sweets. Aquí le traigo al nuevo forense,- la mujer le entrega la carpeta que ella misma había visto cuando me hizo la entrevista. El hombre despide a la mujer, me mira sonriente durante apenas medio segundo para darme la espalda e ir a sentarse de nuevo a su butacón. La mujer se va, cerrando la puerta. El hombre me señala el asiento de delante de la mesa con la mano sin quitar la vista de la carpeta. Tímidamente, me siento.
- ¿Qué especialidad tiene usted?,- pregunté sin saber por qué.
El hombre me mira fijamente, pero al momento sonríe.
- No, no. Yo no soy forense.
- Pero es doctor...
- Doctor en psicología.
Cuando oí su respuesta, no pude por más que lanzar una tímida risa.
- Tranquilo, estoy acostumbrado.
- ¿Perdone?,- le pregunté.
- Estoy acostumbrado.
- No le entiendo.
- Sé lo que está pensando. "Parece muy joven para ser doctor en psicología". Pues sí, lo soy. Y de los mejores.
Este hombre no tiene abuela.
- ¿Y por qué hay un psicólogo en el Jeffersonian?
El doctor iba a contestarme cuando de repente, alguien abre la puerta de improviso.
- Sweets, tengo que hablar...,- el hombre que acababa de entrar se paró en seco -. Perdona, no sabía que...
- Booth, estoy contigo en un minuto.
- ¿Es el nuevo?,- pregunta señalándome.
- Así es.
El hombre me mira de arriba a abajo y sonríe.
- ¿Ya ha visto a Huesos?
- No, aún no.
El hombre vuelve a darme un repaso con la mirada.
- Zapatos brillantes... Pantalón con la raya hecha... Camisa limpia... Chaqueta impecable... Corbata perfectamente simétrica... Te puedo asegurar, chaval, que le vas a encantar a Huesos.
- Booth...,- el tono de voz del doctor Sweets dejaba entrever cierto recelo. Recelo bastante visible cuando el doctor se levanta de la mesa e invita (obliga) al hombre a abandonar el despacho.
- ¡No, de verdad! Conociendo como conozco a Huesos, a primera vista le creerá detallista en su trabajo.
- ¡Pero bueno! ¿Quién es aquí el psicólogo?
- Tú, Sweets, pero...
- Ni peros ni nada,- y logra echarle del despacho. Pero apenas da un par de pasos hacia su sillón cuando el hombre asoma la cabeza.
- Le vas a caer genial,- me susurra. El doctor cierra otra vez la puerta. Se queda un momento quieto, delante de la puerta y sube la cortina que había en esa puerta. Y aparece de nuevo aquel hombre, con una sonrisa desproporcionada y con los lugares levantados. Baja la cortina y vuelve a su asiento.
- ¿Quién era?
- El agente Booth.
- ¿Agente?
- Es el agente de FBI que tenemos asignado.
- ¿Y que era eso de Huesos?
- El apodo con que llama a la doctora Brennan. Tu jefa.
Espero con ansia el próximo capítulo, me gusta mucho :)
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