martes, 8 de diciembre de 2009

LA BODA (TEATRO)

Antes de nada, muchas gracias a tod@s los q habéis leído la anterior historia. Vuestros comentarios me han estado a punto de hacerme llorar... (Dios, cómo mentims los españoles.... es broma). Así q, mientras dejo descansar las neuronas, aquí os voy a ir dejando algunas cositas q tenía guardadas desde hace unos añitos. Espero q os guste.

LA BODA

Acto Único

Al alzarse el telón óiganse murmullos en off. Escena desierta, desnuda. Sólo se percibe una borrosa sombra de una vidriera de iglesia. Entra la Novia, con su elegante y grandioso traje blanco, con velo incluido. Con ella el Padrino (su padre de ella), con traje de chaqué.

NOVIA.- (Entrando por la derecha, presurosa, recogiéndose la falda del vestido. Su padre va tras ella, tratando de pararla). ¡No, no y no!

PADRINO.- ¡Cariño!

NOVIA.- (Volviéndose). ¡He dicho que no, padre! ¡Ea!

PADRINO.- No le hagas esto a tu madre…

NOVIA.- Querrás decir que no te lo haga a ti.

PADRINO.- ¿Qué hablas?

NOVIA.- No te hagas el sorprendido. Sé que él es hijo del coaccionista de tu empresa, y casándome con él, la empresa pasaría a ser tuya.

PADRINO.- (Con sonrisa nerviosa). Eso no es cierto…

NOVIA.- No te hagas el tonto. ¿Creías que por ser yo hija de ricos, el haber vivido como una reina en mis últimos veinte años me habrían vuelto una hedonista autista, que vive para sí y por sí? ¿Creías que no me daría cuenta de que desde que nací me harías casar con un millonario que no haría más que acrecentar tu fortuna y mi desdicha? ¿No crees que me siento utilizada por ti? Ya sé cómo se sentían los príncipes en la Edad Media cuando se les obligaba a casarse con los herederos de los otros países… ¡Todo esto es política, padre! ¡Política!

PADRINO.- ¡Deliras!

NOVIA.- ¡No, padre! Jamás en mi vida estuve tan cuerda. ¡He dicho que no me quiero casar con él, y lo mantendré!

PADRINO.- ¡Mira que eres cabezota!

NOVIA.- ¡Hombre, he ahí la única pista que me hace ser verdaderamente tu hija!

PADRINO.- ¿Cómo puedes hacerte esto, en el día más importante de tu vida?

NOVIA.- Tienes razón… ¿Cómo puedo hacerte esto, en el día más importante de tu vida?

PADRINO.- (Con cierto enfado). Niña, aunque éste sea el día de tu boda, aunque seas mayor de edad, yo sigo siendo tu padre, y si he hacer que me respetes con la voz del cinto, juro a Dios y en esta su santa casa que así lo haré…

NOVIA.- ¡No debes! ¡No debes!

PADRINO.- Tienes razón. No debo. Da gracias a Dios de que delante de él no tengo voluntad, pero prepárate cuando estemos en casa si no aceptas las nupcias.

NOVIA.- ¡Jamás! (Vase llorando por la izquierda).

PADRINO.- (Desesperado). Qué hija tengo. ¡Qué hija tengo! La verdad es que no sé a quién ha salido con ese carácter… Pero ya aprenderá, ya… Aún no está madura del todo, pero a fuerza de latigazos de cuero lo estará. ¡Qué suplicio, por Dios! ¡Qué calvario! (Mire a la derecha). Mas por ahí viene él… Debo desfruncir el ceño, que no me vea así. (Vuélvase y gesticule como tratando de calmarse. Entren el Novio y la Madrina-su madre de él. El Novio lleve traje elegantísimo de chaqué; ella un traje morado o lila, con los bordes retocados en negro. Pamela de igual tono).

MADRINA.- (A su hijo, entrando con él). Mira, ahí está su padre.

NOVIO.- (Adelantándose al Padrino). Buenos días, señor. ¿Le ocurre algo a su hija de usted? ¿Se siente indispuesta?

PADRINO.- (Volviéndose, camuflando malamente sus sentimientos). Los nervios típicos de la boda… Ya se le pasará…

NOVIO.- ¿Así que es típico el que la novia, tras humillarte en plena ceremonia, con dos mil invitados con los ojos puestos en ti, tras insultarte, te de una bofetada en pleno rostro y se vaya corriendo? ¡Pues vaya unos tópicos!

MADRINA.- ¡Qué recuerdos…! Así tal cuál fue la boda con tu padre.

NOVIO.- Me ha parecido que discutían…

PADRINO.- Los nervios…

NOVIO.- No sé si será por el eco de estos sitios, pero me pareció oír algo de unos príncipes y no sé qué otras cosas…

PADRINO.- ¿No te lo ha contado…?

MADRINA.- ¿Qué teníamos que saber?

PADRINO.- Es que justo la semana que viene tiene un muy importante examen, y, claro, el estrés que eso causa, juntado con la boda…

MADRINA.- ¡Si es que me parece estar viviendo mi propia boda! Yo también tuve un examen a la semana de la boda. Era el de conducir. ¡Qué vergüenza! En vez de contestar “sí quiero”, dije “la b”. ¡Pobre Macario, si llegara a levantar la cabeza…!

NOVIO.- (A su madre). Madre, padre se llamaba Mariano. Y, además, sigue vivo.

MADRINA.- Ya, pero, ¿no le has visto? Se ha dormido en plena boda.

NOVIO.- (Volviéndose al Padrino). Volviendo a lo nuestro… ¿De qué examen se trata?

PADRINO.- ¿Qué?

NOVIO.- El examen de su hija.

PADRINO.- ¿Qué examen? ¡Ah…! El examen… De Historia.

NOVIO.- ¿De su carrera?

PADRINO.- Sí.

NOVIO.- ¿Y desde cuándo se estudia Historia en Medicina?

PADRINO.- ¿Qué? ¡Ah! Es que es Historia de la Medicina.

NOVIO.- ¿Y qué tienen que ver los príncipes en ello?

PADRINO.- Pues…, porque… Mmm… ¡Mira, hijo! ¡No me líes que ya tengo suficiente con lo de mi hija! (Vase por la izquierda, limpiándose el sudor de su frente con el pañuelo que le asoma en el bolsillo del pecho de su chaqueta).

NOVIO.- (A su madre). Ya sé que las bodas pone nervioso a cualquiera, pero esto me parece algo excesivo… ¿No crees, madre?

MADRINA.- No te preocupes. Ya verás cómo sale bien.

NOVIO.- Mas… temo una cosa…

MADRINA.- ¿Qué hijo? (El Novio vuélvase gacho y llévese las manos a la altura del estómago, entrecruzadas. La Madrina le ve). ¡No tendrás un retraso!

NOVIO.- ¿Un qué…? ¡Madre, qué cosas dices! La que tendría el retraso sería ella…

MADRINA.- ¿Qué ella tiene un retraso?

NOVIO.- ¡Que no, madre!

MADRINA.- ¿Qué soy yo la del retraso? ¡Uy! Pues ni me había dado cuenta…

NOVIO.- ¡Madre, no me ponga más nervioso de lo que estoy! (Vase por la izquierda).

MADRINA.- (Al Público). Entonces, ¿quién tiene el retraso? (En ese momento entre, por la derecha, Paula, tía del Novio, con un bello vestido ceñido que la llega hasta los pies. La Madrina la ve). Paula, ¿eres tú la del retraso?

PAULA.- (Con cierta exasperación). ¡Está bien! ¡De acuerdo! ¡Lo admito y pido perdón por ello! ¡Ya sé que he llegado tarde a la boda, pero no sabéis cómo estaba el tráfico!

MADRINA.- Bueno, no te pongas así…

PAULA.- ¿Es que todo el mundo me lo tiene que restregar por la cara? ¡Ya pedí perdón y todo! ¿Qué más queréis, que me confiese?

MADRINA.- Tranquila, tranquila… (Preparándose para irse por la derecha. Aparte). Pero a mí me da que aquí alguien tiene un retraso… ¡Haber si va a ser el cura! (Vase corriendo).

PAULA.- (Para sí, vigilando a la Madrina mientras realiza el mutis). Parece que se ha ido… Realmente debería confesarme por haber llegado tarde, ya que no había tal tráfico… Tuve que hacer escala en una casa para recoger a alguien… ¡Y si llegaran a saberlo…! ¡Seguro que nos matan! Y mi hermano el primero… ¡Pobre hombre, no llegaría a soportarlo! (Volviéndose a la salida derecha, haciendo señas de que alguien entre. Ese alguien es Lucas, joven vestido de calle). ¿Seguro que nadie te ha visto?

LUCAS.- ¿Exceptuándole a Él? (Señale al techo).

PAULA.- Sabes que si nos ven, de la que nos caerá no nos librará ni Su Hijo…

LUCAS.- Tranquila, si nadie ha sabido lo mío…

PAULA.- Pero las paredes oyen… Y más éstas. ¿Y no crees también que esto que vamos a hacer sea sacrilegio? Bueno, perdona. Lo que vas a hacer tú.

LUCAS.- ¡Bah! Como no creo en Dios…

RAMIRO.- (En off). ¡Lucas!

LUCAS.- (Petrificado, al igual que Paula). Dime por favor que lo has oído.

PAULA.- Sí. Y mira que es raro, ya que a mí no me ha nombrado…

RAMIRO.- (En off). ¡Paula!

PAULA.- ¡No, si… antes lo digo…! (Entre Ramiro, hermano del novio, y, por lo tanto, sobrino de Paula, por la derecha. Vista de esmoquin).

RAMIRO.- (Entrando por la derecha). Lucas, ¿se puede saber qué haces aquí?

LUCAS.- ¡Ay, Ramiro! ¡Qué susto nos has dado!

RAMIRO.- ¿Por qué?

PAULA.- Creíamos que eras Él…

RAMIRO.- ¿Qué él? (Paula y Lucas señalen al techo. Ramiro mire arriba). ¡Bah! ¿Y no creéis que Él pudiera ser que…? ¡Hombre! Es que siendo Único…, y el hecho de haber creado primero al hombre, y haber expulsado primero a la mujer… No sé, a mí me da qué pensar… Pero hablemos claro… (Miren a Paula, quien mira tras sí. Luego se vuelve otra vez).

PAULA.- (Con falsa sorpresa). ¡Uy, si me parece que viene tu padre! Voy a retenerle… (Vase por la derecha. Queden Ramiro y Lucas solos).

RAMIRO.- ¿Pero estás loco? ¿Cómo te has atrevido a venir hasta aquí, a la boda de mi hermano?

LUCAS.- Ya sabes que soy así…

RAMIRO.- Sí, loco.

LUCAS.- Por ti…

RAMIRO.- De remate…

LUCAS.- De atar…

RAMIRO.- ¡Loca!

LUCAS.- (Retocándose amaneradamente). Gracias…

RAMIRO.- (Tomándole de las manos). Ya sé que llevamos tiempo juntos…

LUCAS.- Desde la Universidad…

RAMIRO.- Y desde entonces ha pasado mucho tiempo…

LUCAS.- Tan sólo hace un par de años…

RAMIRO.- Pero aún no me he atrevido…

LUCAS.- Tú reafírmate. Yo lo hice por ti…

RAMIRO.- Sí, y te echaron de casa.

LUCAS.- Y me desheredaron. Pero eso ya es agua pasada. ¡Mira qué contento estoy! Porque ya puedo estar contigo libremente. No tengo ya por qué fingir cuando salgo para verte… ¡Se acabaron mis penalidades!

RAMIRO.- (Aparte). Y las mías acaban de empezar…

LUCAS.- ¿Decías?

RAMIRO.- Que no me atrevo… ¡Menudo es mi padre!

LUCAS.- Si tan sólo has de salir a la luz, déjate guiar. Yo te llevaré a la luz.

RAMIRO.- Lucas, me das miedo… Me recuerdas no sé a qué con lo de la luz que me entra un no sé qué…

LUCAS.- ¿Aún te acuerdas…? (Ramiro se dispone a contestarle, pero le pone un dedo en los labios). Calla. No digas nada. Tan sólo bésame. (Bésense apasionadamente. Entre entonces, por la derecha, una anciana en silla de ruedas de funcionamiento mecánico. Respira con la ayuda de una bombona de oxígeno. Quédese mirándoles. Lucas nota su presencia y sepárese violentamente). ¡Horror! ¡Tu abuela!

RAMIRO.- (Vuélvase). ¡Bah! Si apenas puede hablar. Se pasa todo el día pegada a esa bombona… Y, además, está más sorda que una tapia… (Acercándose a la anciana y gritándola). ¿Qué, abuela? ¡Menudo colocón!, ¿no? Ahí, con la bombona dale que te pego, ¿eh? Luego, en el banquete, que rule. (La Abuela hace un intento de quitarse la mascarilla y querer hablar, pero Ramiro, rápido, le vuelve a colocar la mascarilla). No se quite la mascarilla… Ya sabe que si la entra aire en los pulmones se nos muere… Hala, así… Sin poder hablar… (Volviendo a Lucas). No hay de qué preocuparse. A mi abuela la quedan dos telediarios… (Mirándose el reloj de pulsera). Y ahora hay uno… ¿Por dónde íbamos? (Vuélvanse a abrazar y a besar. Al poco, es Ramiro el que se separa violentamente).

LUCAS.- ¿Qué pasa ahora?

RAMIRO.- ¡Que viene Isabel! ¡Vete!

LUCAS.- ¿Por dónde?

RAMIRO.- ¡Por allí!

LUCAS.- Que eso es la sacristía…

RAMIRO.- ¡Pues por allá!

LUCAS.- Por ahí se va a la nave central…

RAMIRO.- (Levantando la trampilla del suelo). ¡Por aquí!

LUCAS.- ¡Que eso son las catacumbas!

RAMIRO.- (Empujando a Lucas, quien cae por la trampilla, cerrándola). ¡Que entres te digo! (Entre entonces Isabel, joven muchacha, vestida elegantemente).

ISABEL.- (Entrando). ¿Ramiro? Así que estabas aquí…

RAMIRO.- (Asustado, con sonrisa nerviosa). ¡Isabel! ¿Cómo tú por aquí?

ISABEL.- Me invitaste, ¿te acuerdas? Además, viniste a recogerme a mi casa.

RAMIRO.- ¡Ah, sí! Es cierto.

ISABEL.- (Viendo a la Abuela). ¡Hombre, si está la matriarca de la familia! (Gritándola). ¿Qué tal señora? ¡Estará usted contenta!, ¿no? ¡Por fin se le casa un nieto! (La Abuela se quita la mascarilla y trata de hablar, pero Ramiro raudamente se la vuelve a poner).

RAMIRO.- ¡Mírala! ¡Si es que está rebosante de alegría!

ISABEL.- Sí, desde luego, lo que es rebosante de alegría, es verdad; pero en lo referente a salud…

RAMIRO.- Es cierto. El médico dijo que como se quitara un solo segundo la mascarilla, adiós y muy buenas… ¡Pobre mujer! ¡Ay, quién tuviera la mitad de su edad y el doble de salud!

ISABEL.- Y dime, ¿qué es lo que haces aquí? (La Abuela vuelve a intentar hablar sin la mascarilla, pero Ramiro vuelve a recolocársela).

RAMIRO.- (A la Abuela). ¡Mire que es usted cabezota! (A Isabel). Si es que es lo que tiene el ser de pueblo…

ISABEL.- ¿Pero tu abuela no nació en la ciudad?

RAMIRO.- Ya, pero tira la sangre… Sus antepasados eran de pueblo y… (La Abuela señala, con brazo tembloroso, la trampilla).

ISABEL.- (Dándose cuenta de ello). ¿Qué hace tu abuela?

RAMIRO.- (Volviéndose. Se sobresalta y regaña a la Abuela). ¡Ya la he dicho mil veces que no coja cosas del suelo! (La Abuela, totalmente asustada, niega con la cabeza, volviendo a señalar la trampilla). ¡No, abuela! ¡Caca! ¡Caca! (La da en la mano).

ISABEL.- No creo que sea eso. Señala la entrada a las catacumbas.

RAMIRO.- ¡Sí, abuela! ¡Eso son las catacumbas! ¡Ahí hay mucho muerto! (A Isabel). Además, qué la voy a decir, si estará acostumbrada de pasarse todo el día en el centro de día. (La Abuela vuelve a señalar la trampilla).

ISABEL.- Creo que quiere que la bajes…

RAMIRO.- (A la Abuela, regañándola). ¡Que no puede bajar! ¡Que el señor cura no deja pasar ahí abajo, a no ser que estés muerto! ¡Que no puede ser, abuela! (La mujer sigue señalando la trampilla. Se quita la mascarilla, tratando hablar). ¡Mire que es usted cabezota, pero cabezota, cabezota!, ¿eh? ¡Que no puede ser y punto! ¡Y váyase, que la están llamando! (Toma la silla con la Abuela, y la empuja con fuerza. Abuela y silla salgan, muy veloces, por la salida derecha).

ISABEL.- Eso no es forma de tratar a un mayor…

RAMIRO.- Es mi abuela y hago con ella lo que quiera. Y déjame, que me estoy liando. (Vase por la izquierda).

ISABEL.- Cada día está más raro este chico… (Entre por la izquierda, llorando, la Novia). ¡Marisa!

NOVIA.- (Reconociendo a Isabel, abrazándola). ¡Isabel! ¡Oh, Isabel! ¡Qué desdichada soy!

ISABEL.- Es normal que te sientas así… Suele pasar siempre el día de la boda que la novia…

NOVIA.- (Interrumpiéndola). No, no es eso. Es que resulta que mi padre me quiere casar con Alfonso para poder unirse él a su familia…

ISABEL.- Ya lo sé. Serán consuegros. Familia política.

NOVIA.- De política si que tiene que ver, pero no va por ahí la cosa. Es que él pretende asociarse a la familia de Alfonso por la vía de mi matrimonio con él para poder incrementar su patrimonio.

ISABEL.- (Sorprendida). ¿Lo que me quieres decir es que se trata de una boda de intereses?

NOVIA.- Eso es… Y recurro a ti, ya que fuiste durante un tiempo novia de su hermano. A él le querías, ¿verdad?

ISABEL.- Sí, así es.

NOVIA.- ¿Y te dijo alguna vez quién era? ¿O cuál era su apellido?

ISABEL.- Casi al momento. Cuando nos conocimos, en la facultad, al verle la cara por primera vez, me dije: “A mi me suena de no sé qué esa cara…”, y, pensando, pensando, sin poder llegar a nada, me decidí a preguntarle. Él mintió en su nombre, yo le creí, pero algo me decía que su historia no encajaba, pero al poco lo olvidé. Quedamos unas cuantas veces hasta que formalizamos nuestro noviazgo, y llegó el momento de presentar las familias. Yo fui la primera. Cuando le llegó el turno a él, al principio daba largas para que no conociera a sus padres, hasta que no lo resistió más y me lo dijo todo. Yo le dije que no importaba, ya que lo que me enamoró de él fue su persona, no su renombre (bueno, el de su familia). Pero lo dejamos por imposición de sus padres (o eso me dijo él). La cosa es que lo que importa es el amor, no el dinero.

NOVIA.- Eso díselo a mi padre, quien, por cierto, por ahí viene. ¡Por Dios, defiéndeme! (Quédese tras Isabel. Entre el Padrino, por la izquierda, totalmente enfadado).

PADRINO.- ¡Marisa! ¡Ven aquí!

NOVIA.- ¡No, padre!

PADRINO.- Marisa…

ISABEL.- ¿Se puede saber qué es lo que…?

PADRINO.- (A Isabel, interrumpiéndola). ¡Tu no te metas si no quieres recibir tú también! (A la Novia). ¡Marisa, ven aquí y quítate el velo, o te juro por tu madre que, como te voy a poner la cara, tendrás que llevarlo de por vida!

NOVIA.- No.

PADRINO.- ¡Marisa!

ISABEL.- (Interponiéndose entrambos). ¡Un momento! Señor mío, déjeme explicarle…

PADRINO.- ¿Y a ti quién te ha dado vela en este entierro?

ISABEL.- Soy Isabel, la que fuera prometida de Ramiro, el hermano del novio.

PADRINO.- (Entrecortado, petrificado; al momento inclínese cortésmente). A sus pies, señora…

ISABEL.- Menos teatro, señor mío.

PADRINO.- ¿Qué puedo hacer por usted?

ISABEL.- Tan sólo respóndame a una cosa.

PADRINO.- Dígame.

ISABEL.- ¿Quién quiere casarse con mi cuñado: ella o usted?

PADRINO.- ¿Qué pregunta es esa? Ella, por supuesto…

ISABEL.- ¿Seguro…?

PADRINO.- ¡Seguro! ¿Acaso duda de mi palabra?

ISABEL.- Yo no. Pero su hija sí.

PADRINO.- ¡Ella jamás debe dudar de mi palabra! ¡Soy su padre!

ISABEL.- Se equivoca. Tiene el derecho, ¡la obligación!, de poder y tener que dudar de la palabra de su padre. ¿Qué intereses le mueve a usted para que su hija se case con mi cuñado?

PADRINO.- De amor.

ISABEL.- De política.

NOVIA.- Económicos…

PADRINO.- ¡Tú calla!

ISABEL.- ¡Ni se le ocurra amenazar a esta pobre chica! ¿Qué daño hace si no quiere casarse con ese joven? ¡Ninguno!

PADRINO.- ¡Ahí te equivocas! ¡Si que hace daño, y mucho!

ISABEL.- ¿A quién?

PADRINO.- ¡A mí! (Silencio. Isabel le mira al Padrino con sonrisa maquiavélica, mientras que él se interrumpe, dando a entender que se ha ido de la lengua).

ISABEL.- (Tras el silencio). ¿Y bien?

PADRINO.- (Tratando de buscar una salida. Tartamudeando). ¡Es la voluntad de un padre y ha de cumplirla como hija mía que es! (Tomando a la Novia fuertemente del brazo y llevándosela. La Novia trata de escaparse, sin éxito).

ISABEL.- ¡Suéltela!

NOVIA.- ¡Suélteme, padre! ¡Me hace daño!

PADRINO.- ¡Créeme, hija! ¡En el futuro me lo agradecerás!

ISABEL.- ¡Señor!

PADRINO.- ¡Te casará con él!

NOVIA.- ¡Jamás!

PADRINO.- ¡Tan cierto como que el sol sale por el este! ¿O es por el oeste?

MADRINA.- (Entrando por la derecha). Siempre se te dio mal la geografía… (Todos se la quedan mirando. En un descuido, la Novia de escapa de la mano de su padre y acude junto a la Madrina).

ISABEL.- ¿Cómo lo sabe?

MADRINA.- Es un larga historia…

PADRINO.- Una larga historia que no debe ser contada.

MADRINA.- ¿Quién te crees que eres al negarme la palabra, “Teno”?

NOVIA.- ¿”Teno”? ¿Cómo sabe ella que ese es tu apodo?

PADRINO.- Se lo habrá oído decir a tu madre…

NOVIA.- Si mamá ya no te llama así desde hace años…

ISABEL.- ¿Qué historia hay aquí, señora?

MADRINA.- Veréis… Mas no, no la diré.

PADRINO.- Más te vale.

MADRINA.- Antes será mejor que hable esta niña con Alfonso…

NOVIA.- (Separándose de la Madrina). ¡No! ¡No! ¿Usted también? ¡Jamás!

MADRINA.- ¡Tranquila, niña! Tan sólo quiero que habléis. Dile por qué no quieres casarte con él, por qué le has dejado de piedra en el altar, y te busca para que le expliques.

NOVIA.- (Calmada). ¿Sólo hablar?

MADRINA.- Sólo hablar. Te lo prometo.

NOVIA.- De acuerdo. Pero a cambio os quiero pedir una cosa.

MADRINA.- Lo que sea.

NOVIA.- Que después me explicaréis esa extraña historia que tenéis con mi padre.

MADRINA.- Está hecho. (Haciéndola hueco en su brazo). ¿Vamos con mi hijo?

NOVIA.- (Cogiéndola del brazo, algo tímida). Vamos… (Vanse las dos por la izquierda).

PADRINO.- ¡Voto a tal que jamás se sabrá aquello! (Vase enojado por la derecha).

ISABEL.- Este hombre se trae algo entre manos. Me da miedo que pueda llegar a hacer alguna locura. Le comentaré a Ramiro, y que él acuda luego a Alfonso, ya que tiene más trato con él… (Vase por la izquierda. Entren al poco, por la izquierda, el Novio, la Novia y la Madrina).

MADRINA.- Y ahora nadie se moverá de aquí hasta que se zanje este asunto. Marisa, ¿qué le tenías que comentar a mi hijo?

NOVIO.- ¿Madre?

NOVIA.- Alfonso, te debo una explicación…

NOVIO.- (Tomándola del hombro). Marisa…

NOVIA.- No. Antes de que digas nada, déjame a mí. No me quiero casar contigo.

NOVIO.- ¿Por qué? ¿Acaso no soy como pensabas?

NOVIA.- No, no es eso. Es cierto que eres guapo, gentil, muy caballeroso…

NOVIO.- ¿Cómo has podido sacar esas conclusiones si no hace ni tres meses que nos conocimos?

MADRINA.- (Interrumpiéndole). Déjala acabar.

NOVIA.- Alfonso, es cierto que apenas nos conocimos tres meses, y que eso es muy poco tiempo para conocerse, y, mucho menos, para pensar en una boda, pero así lo acordó mi padre… Él tiene la culpa de todo esto.

NOVIO.- ¿Cómo? No comprendo nada…

NOVIA.- Ahora mismo te lo explico… Mi padre, al saber que yo salía contigo, decidió que me casara contigo lo antes posible, ya que eres el heredero de las fortunas de tus padres y de sus empresas. Mi padre, roído por la avaricia, quiso que yo me casara contigo para así él poder emparentarse con tu familia.

NOVIO.- Luego…

NOVIA.- Luego mi boda, nuestra boda, es por motivos económicos y políticos, motivos a los que yo me opongo. Pero no te pongas triste, no es por ti…

NOVIO.- No, si lo comprendo. Te entiendo muy bien…

NOVIA.- ¿Cómo?

NOVIO.- (A la Madrina). Madre, ¿puedo…?

MADRINA.- Adelante. Ya que ella ha sido franca y sincera contigo, es tu turno.

NOVIA.- ¿Qué ocurre?

NOVIO.- Que no importa si te casas conmigo o si no. Tu padre tenía todas las de perder.

NOVIA.- No comprendo…

NOVIO.- Estamos arruinados. Yo y toda mi familia estamos en la bancarrota. Subsistimos gracias a los ingresos que mis tíos y mis demás parientes nos ingresan en el banco cada mes, pero no son suficientes. Las deudas nos acosan, nos ahogan. Yo, si he de serte sincero, esperaba casarme contigo por si tu dote nos servía de algo…

NOVIA.- Pues mucho me temo que no, ya que mi padre temo que me haya ya desheredado… Pero, de todas maneras, tal y como dijo el cura en el altar, estaré a tu lado siempre, en lo bueno y en lo malo…

NOVIO.- En la riqueza y en la pobreza… Eso para nosotros tiene otro sentido, uno mucho más literal de lo que aparenta o parece. Luego, ¿sí que te quieres casar conmigo?

NOVIA.- Sí, aunque a mi padre le reviente.

NOVIO.- Esta es la Marisa que conocí aquel día… (Abrácense y bésense. La Madrina enjúguese las lágrimas).

MADRINA.- ¿Es o no es lo que yo digo? ¡Igualito al día de mi boda!

PAULA.- (En off). ¿Qué pretendes? (Los tres miren sorprendidos a todas partes).

NOVIA.- ¿Qué es eso?

MADRINA.- No lo sé…

PAULA.- (En off). ¿Es que te has vuelto loco?

NOVIO.- ¡Esa es la voz de mi tía!

PADRINO.- (En off). ¡Aparta, mujer!

NOVIA.- ¡Y ese es mi padre! ¡Y parece muy enfadado! (Entren por la izquierda, corriendo, Ramiro e Isabel).

RAMIRO.- ¡Hermano! ¡Pronto ennegrecerá el traje de Marisa!

MADRINA.- ¡Ramiro! ¡Isabel! ¿Qué es esa turbación?

ISABEL.- ¡Ay, señora! ¡El padre de Marisa!

NOVIA.- ¡Mi padre!

ISABEL.- ¡Qué horror!

LOS TRES.- ¿Y bien?

RAMIRO.- ¡Está como loco!

NOVIA.- ¡Temo lo que vaya a hacer!

ISABEL.- Dice que si su hija no se casa con Alfonso, nadie se casará con ella.

NOVIA.- ¡Que me mata!

RAMIRO.- Y la amenaza también te coge de lleno, hermano.

NOVIO.- ¡Mi madre!

MADRINA.- Dime hijo…

NOVIA.- ¿Qué haremos, Alfonso?

NOVIO.- Intentar hablar con él…

NOVIA.- ¿Te has vuelto loco? ¿Es que no conoces a mi padre?

NOVIO.- Pues va a ser que no.

NOVIA.- Cuando está loco de ira, es difícil, por no decir imposible, hablar con él y hacerle entrar en razón. Más vale huir de él hasta que se le pase, que puede ser meses, e incluso me atrevería a decir años. (Óiganse grandes golpes. Todos gírense a la derecha muy asustados).

RAMIRO.- ¡Que tira la puerta!

NOVIA.- Alfonso, si no salimos de aquí, ya no habrá sitio donde esconderse.

NOVIO.- Valor, Marisa. Tu padre no me da miedo…

MADRINA.- Qué valiente que es mi hijo…

NOVIO.- Más bien me da pánico. Pero hagamos de tripas corazón y razonemos con él todo lo que podamos… (Entre el Padrino por la derecha, loco, portando una escopeta).

PADRINO.- ¡Si no os podéis casar entre vosotros, nadie lo hará con vosotros! (Apúnteles).

MADRINA.- ¡Está loco!

RAMIRO.- ¡Totalmente ido!

NOVIA.- ¡Ay, que me mata!

ISABEL.- ¡Socorro! ¡Auxilio!

PADRINO.- ¡Callad, que me desconcentráis!

NOVIO.- ¡No se le ocurra!

PADRINO.- Si ahora todos han hecho aquí lo que les ha venido en gana, ¿por qué no voy a ser yo menos?

NOVIO.- ¡Esto es la casa de Dios!

PADRINO.- ¡Como si es la casa de Tócame Roque! ¡U os casáis ahora o yo os juro ante Él que os he de matar!

NOVIO.- No hay boda.

PADRINO.- Pues entonces esas son tus últimas palabras.

NOVIO.- ¡No! Aún no he terminado. Déjeme, como mi última voluntad…

PADRINO.- (Tras dudar un momento, baja el arma). Adelante.

NOVIO.- Digo que no habrá boda, tal como usted la hubiera querido…

PADRINO.- (Con cierto desconcierto). ¿Qué quieres decir?

NOVIO.- Que sí, que al final nos vamos a casar, pero no como a usted le hubiera gustado.

NOVIA.- Es cierto. Ya sí que quiero. Me lo han contado todo y estoy dispuesta a asumir las responsabilidades.

PADRINO.- ¿De qué me estáis hablando?

NOVIA.- Padre… Alfonso está arruinado.

PADRINO.- (Asombrado, totalmente perplejo. Suelte la escopeta). ¿Es posible?

NOVIO.- Sí. Mi padre, al amasar su fortuna, y creyendo que jamás se le acabaría, no terminaba de gastar, comprando cosas totalmente innecesarias, como treinta coches (uno para cada día del año), doscientos trajes para mi madre…

MADRINA.- Total, yo soy mujer de fondo pequeño…

NOVIO.- Y apostaba grandes sumas de dinero, que perdía alegremente. Llegó un momento en que empezó a ver cómo llegaba ya justo a fin de mes y decidió empezar a pedir prestado: que si un millón por aquí, que si medio por allá… Total, que acabó efectivamente millonario, pero en términos de deudas. Luego si su hija se casa conmigo, usted, lo que heredará de mi familia, son deudas. Todo deudas. Yo esperaba, si he de serle sincero, que, al casarme con su hija, poder pagar algunas de esas deudas con la herencia y la dote que usted donara…

PADRINO.- Luego he sido engañado.

NOVIA.- (Al Público). El cazador cazado.

MADRINA.- Pero aquí no acaba la cosa…

ISABEL.- ¿Cómo?

RAMIRO.- ¿De qué habláis, madre? ¿Acaso hay algo más?

MADRINA.- Sí, y muy importante. Este asunto de emparentar las dos familias viene de muy lejos, incluso nosotros dos, él y yo, estuvimos implicados de lleno.

ISABEL.- ¿Es posible?

PADRINO.- No serás capaz…

MADRINA.- Que todos la oigan. ¡Paula!

PADRINO.- No te oye. (Todos se sobresaltan).

ISABEL.- ¿No la habrás matado?

PADRINO.- No. Tan sólo está desmayada. La di con la culata del rifle. Dentro de un rato estará como nueva.

MADRINA.- De todas maneras, ésta es la historia: hace ya varios años, cuando aún vosotros no habíais nacido, y nosotros teníamos más o menos vuestra edad, vivía yo con mi familia en el pueblo. La vida de posguerra en aquella España fue muy dura, pero logramos salir adelante. Algunos se fueron a hacer las Américas por ver si conseguían algo, otros, sin embargo, decidieron quedarse (se fueron los nacionales y se quedaron los adictos al régimen). Mi familia era de los segundos. Debido a que mi abuelo tenía muchos contactos en las altas esferas, en menos de un año consiguió rehacer su vida. (Señale al Padrino). Sin embargo, su familia era de ideales menos autoritarios, y, como la mayoría de españoles, vivían en el umbral de la pobreza, intentando hacerse paso en un país de gigantes. (A la Novia). Cuando tu padre y yo nos conocimos, al final del colegio, nos enamoramos como dos tontos (más tonta yo). Me llamaba y me venía a buscar para salir a dar una vuelta por el pueblo todos los días, me compraba cosas, e, incluso, llegamos a comer en la casa del otro. Lo malo fue la insistencia que tenía mi madre y mi padre de que aquel chico no me convenía (todo esto fue como tres o cuatro años antes de conocer al que sería mi marido). Ya llevábamos los dos como cinco años juntos. Cuando mis padres me optaron (me obligaron) a dejarle, diciendo que no estaba conmigo más que por el dinero, yo les hice oídos sordos y seguía viéndole. ¿Porqué, cuando jóvenes, no hacemos caso de nuestros padres cuando nos advierten en el tema amoroso, si ellos han vivido más y saben más que nosotros?

ABUELA.- (Entrando por la derecha, mascarilla en mano. Hable con cierta dificultad). Si sabrá más el diablo por sabio que por diablo… (Todos vuélvanse, sorprendidos).

NOVIO.- ¡Abuela!

MADRINA.- ¡Madre!

RAMIRO.- (Aparte). ¡Estoy perdido!

MADRINA.- (A la Abuela). ¿Está usted, entonces, de acuerdo en lo que digo?

ABUELA.- (Tomando aire de la mascarilla a momentos). Sí, eso es todo verdad. ¡Si lo que no sabe una madre…!

MADRINA.- ¿Le importaría usted seguir la historia…?

RAMIRO.- (Interrumpiéndola, nervioso). ¿Cómo va a continuar si habla igual que el Papa?

MADRINA.- En ese caso seguiré yo: decidí entonces investigar un poco más por ver si era cierto o no que él me quería por el dinero. Pero me equivoqué en que no. Un día, que fui a buscarle debido a que el día anterior no le vi, me enteré. ¡Maldita la hora…! Se lo oí comentar a un amigo suyo: “Todos mis problemas están resueltos. He conseguido hacerme con la hija del cacique (en este sentido un cacique es el más rico del pueblo). En cuanto me case con ella, podré rehacer mi vida, pero como un nuevo rico”. El corazón me dio un vuelco antes de terminar roto y despedazado. Se lo dije a mis padres y, para recuperarme, nos trasladamos a la ciudad. Aquí encontré al que sería mi marido (un hombre que me quería como era, no por quién era). Junto a él construimos la empresa que le hizo millonario, más si juntamos sus ganancias con las riquezas de mis padres.

NOVIA.- Por tanto, esto venía de antes…

MADRINA.- Efectivamente.

NOVIA.- (Asomándose). Luego sí que es cierto que mi boda era para beneficio personal.

NOVIO.- Cierto, no por motu proprio.

PADRINO.- ¡No sabes lo que era vivir en aquella época…!

NOVIA.- (Adelantándose al Padrino). ¡Tienes toda la razón! ¡No lo sé! Pero tengo la impresión de que es algo parecido a lo que he estado pasando todo este tiempo… Imposiciones de los padres…, tristeza eterna… ¡Soy como la princesa que está encerrada toda su vida en una torre de marfil! Soy como Rapunsel sin melena, pero, sin saberlo usted, padre, habéis conseguido que un príncipe, que al principio me parecía rana, me salvara, sin necesidad de kilométrico cabello. (Abrácese al Novio).

PADRINO.- Pues entonces sin problemas. Todo salió al final tal y como esperaba. En cuanto os caséis, la fortuna de él pasará también a ser la tuya, y, por tanto, mía, y… (Mientras habla el Padrino, la Abuela se acerca a él, bombona en mano, para darle luego con ella en la cabeza, cayendo el Padrino al suelo, inconsciente. Todos quedan petrificados y anonadados por lo sucedido).

MADRINA, NOVIO, RAMIRO.- ¡Abuela!

ISABEL, NOVIA.- ¡Señora!

ABUELA.- (Respirando por la mascarilla, hablando entrecortadamente). Eso jamás. Los dos deberán hacer las capitulaciones declarando, bien claramente, separación de bienes. Más que por soberbia mía, lo digo por precaución de su padre. Que no os pase como a mí.

TODOS (Excepto Abuela y Padrino).- ¿Cómo? ¿Usted también?

ABUELA.- Dejadme que os lo cuente…

RAMIRO.- (Aparte, con desesperanza). Ya está otra vez con sus batallitas…

ABUELA.- Cuando me casé con el abuelo… (Es interrumpida por Paula, quien entra por la derecha, tapándola la boca con la mascarilla).

PAULA.- Así, haber si al final se nos va a quedar en el sitio por no hacer caso al médico.

MADRINA.- ¡Paula! ¿Estás bien?

PAULA.- Sí, sólo que un poco aturdida… (Viendo al Padrino en el suelo). ¿Qué ha pasado?

NOVIO.- La abuela, que menuda es.

RAMIRO.- Sí. Acaba de demostrar que tiene antepasados vascos. ¡Qué manera de levantar la bombona! ¡Ni que estuviera vacía!

ABUELA.- (Quitándose la mascarilla). ¡Haber si no voy a poder tener ni voz ni voto en este asunto!

PAULA.- ¡Abuela! ¡Que no se quite la mascarilla…! (Vaya a taparla la boca de nuevo con la mascarilla, pero Ramiro la detiene tomándola del brazo, negándola con la cabeza. Paula queda en el sitio).

ABUELA.- Como os iba diciendo, cuando me casé con el abuelo, era yo la millonaria, y él un…, ¿cómo llamarlo?... Un burgués de segunda, digámoslo así. Él y yo nos queríamos mucho, pero el dinero, mi dinero, se interpuso, y pudo más él que el amor, por lo que en poco acabamos casi en bancarrota. Para poder salir a flote, aunque tuviéramos el agua al cuello, me dediqué durante una temporada a limpiar pisos, hasta que, por fuerza del destino, al estallar la guerra, mi marido fue a ella, llegando al cabo con la cabeza bien alta y el pecho lleno de medallas. Llegó a estar junto con el General cuando la toma de Madrid. En poco, mi marido llegó a ser buen amigo del General, por lo que, cuando ya hubo familiaridades entre ellos, le reclamó un poco de dinero y un buen puesto en la Administración, a lo que el General accedió. Cuando volvimos a nuestra posición social originaria, mi marido decidió crear una empresa (financiada por el General, dicho sea de paso), una empresa que llegó a ser de las más millonarias del país. Pero las deudas… ¡Ay, las deudas! Empezaron a llegar cartas de la Central remitidas por el propio General (o, al menos, en su nombre) reclamando el pago de intereses. Mi pobre marido quería al final llegar a los tribunales, pero yo le pedí que recapacitara, que pensara contra quien pensaba querellarse. Al final accedió a pagar los intereses sin chistar, pero tomando de mi fortuna. Gracias a Dios que recuperamos con lo de sus empresas, que si no… Y esta es mi historia. Si no declaráis separación de bienes, mucho me temo que acabaréis muy mal los dos, tanto en el sentido económico como en el amatorio, por las deudas que se os presenten… (Acercándose a la Novia, a quien le habla al oído). Y por tu padre.

NOVIO.- (A la Novia, quien vuelve hacia él). ¿A ti que te parece?

NOVIA.- ¿Y a ti?

NOVIO.- Lo digo porque es tu padre…

NOVIA.- Digo que de acuerdo: separación de bienes.

PAULA.- ¡Pues vayamos ya a celebrar esta dichosa boda!

MADRINA.- ¡Si es que es clavadita, clavadita a la mía! (A la Abuela). ¿O no, madre?

ABUELA.- Y a la mía, hija. Y a la mía… (De repente, la Abuela cae al suelo. Está encima de la trampilla del suelo, que en ese momento se abre. Abuela y silla caen al suelo. Todos acudan a ayudarla. La Abuela quéjese. De la trampilla asómese Lucas, aterrorizado).

LUCAS.- (Asomándose aterrorizado). ¡Ramiro! ¿Puedo salir ya?

PAULA, RAMIRO.- ¡Lucas!

LUCAS.- Aquí abajo hay mucho movimiento… Y no me refiero a los muertos precisamente…

MADRINA.- ¿Y éste quién es?

ISABEL.- A mí el caso es que me suena de algo…

ABUELA.- (De nuevo sentada en la silla, tomando aire de la bombona). Éste chico es… (Paula y Ramiro corran a taparla la boca con la mascarilla).

PAULA, RAMIRO.- ¡No!

MADRINA.- Pero, ¿se puede saber qué es lo que os pasa hoy a los dos? Estáis de un raro…

NOVIO.- ¿Y tú quién eres? Porque no vienes ni de su parte ni de la mía…

LUCAS.- (Ya en escena). Ahí te equivocas. Vengo de la tuya.

RAMIRO.- ¡Lucas!

LUCAS.- Déjame hablar, Ramiro. Creo que ya va siendo hora de que lo sepan…

MADRINA.- ¿Saber qué?

LUCAS.- Pues que soy… (Ramiro tápele la boca).

NOVIA.- ¿Quién es?

RAMIRO.- Es… ¡Mi camello!

TODOS (Excepto Ramiro, Lucas y Padrino).- ¿Tu qué?

NOVIO.- Hermano… No creía que fueras tú de esos que…

MADRINA.- Con razón huele así su habitación cuando entro.

ISABEL.- Ahora comprendo por qué está tan raro…

NOVIA.- Haber si me aclaro… Tú eres un millonario pobre, tu madre está en un momento “revival” con el día de su boda, tu abuela es como Matusalén y ahora tu hermano es un drogadicto. ¡Y yo que creía que mi familia era rara…!

LUCAS.- Déjalo, Ramiro, que la estás liando…, y gorda. (A todos). No, no soy ningún camello. Sólo soy el amante de Ramiro. (Sorpresa generalizada).

MADRINA.- (Quien manifiesta los primeros síntomas de un desmayo. Los dos novios la toman en sus brazos). Casi hubiera preferido lo del camello…

NOVIO.- ¿Cómo se lo decís así, tan de sopetón?

LUCAS.- Es que es la única manera que había de poder decírselo, porque se empieza a guardar dentro, a guardar dentro…, hasta que te das cuenta que cada día que pasa es más difícil de sacarlo.

NOVIO.- Ya, pero habría sido mejor que hubiera sido el propio Ramiro el que lo hubiera dicho, ¿no crees?

RAMIRO.- Déjalo, Alfonso. Lo hecho, hecho está. Y si no queréis saber nada más de mí, lo comprendo. Ahora mismo voy a casa a por mis cosas y me iré para siempre de vuestras vidas. De todas maneras, pensaba quedarme a vivir con Lucas.

NOVIA.- No digas eso, querido cuñado. Si tu hermano ha accedido a casarse conmigo, a pesar de las metas egoístas y económicas que mi padre pretendía, ¿cómo no va a aceptar esto?

NOVIO.- Es cierto. Ramiro, somos hermanos, y siempre nos hemos contado las cosas. ¿Por qué no me lo dijiste? Yo al menos habría allanado un poco el camino para decírselo a nuestra madre…

RAMIRO.- Había vergüenza…

NOVIO.- ¿Vergüenza? ¿De qué?

RAMIRO.- De intolerancia, de no-aceptación…

NOVIO.- Ramiro… Que soy tu hermano…

RAMIRO.- Ya, pero como también hemos compartido tantas cosas… En cuanto me di cuenta de mi… problema…

NOVIO.- No es ningún problema.

RAMIRO.- Pues tuve cierta vergüenza y timidez…

NOVIO.- ¿Pero estás tonto o qué? ¡Que soy tu hermano…! ¿Quién te iba a…? (Párese de hablar y quede pensativo). Un momento… ¿Y cuando estuvimos en el equipo de fútbol, a la hora de las duchas, ahí ya eras…?

RAMIRO.- ¿Cuando el equipo de fútbol…? Pues sí, creo que sí.

NOVIO.- (Tras un breve silencio). Qué corte…

ISABEL.- ¿Y es verdad?

RAMIRO.- Me temo que sí, Isabel. Lamento haberte estado engañado todo este tiempo, pero yo también me he estado engañando. Te he utilizado, y perdóname, pero lo hacía para ver si yo pertenecía a un lado o a otro.

ISABEL.- ¿Y ya sabes la respuesta?

RAMIRO.- Creo que sí… (Tome a Lucas del brazo y mírense tiernamente. De repente, dando una palmada fuerte). ¡Soy hermafrodita!

LUCAS.- ¿Qué dices?

RAMIRO.- ¡Que no! Que era una broma…

PAULA.- Estoy algo confusa… ¿Esto es un final triste o un final feliz?

ABUELA.- Yo lo arreglo en un momento. Lo primero de todo, llevaros a éste. (Señale al Padrino. Entre Ramiro y Lucas lo alzan, portándolo fuera de escena entre sí. A los novios). Vosotros dos, ¿al final os vais a casar?

LOS DOS NOVIOS.- Sí.

ABUELA.- Pues id allá y anunciarlo. (Vanse por la derecha. A la Madrina). Y tú, hija, ¿qué haces ahí como pasmarote? ¡Ve con ellos! ¿No eres la madrina?

MADRINA.- ¡Ah, sí! (Vase tras los novios). ¡Igual, igual que en mi boda!

ABUELA.- (A Ramiro y Lucas, quienes entran de nuevo a escena). Y vosotros, ¿de verdad os queréis?

RAMIRO, LUCAS.- Sí.

ABUELA.- Pues también os casaréis.

RAMIRO.- Gracias, abuela, pero no nos podemos casar. No está legalizado.

LUCAS.- ¿Qué dices? En Holanda sí se puede.

ABUELA.- Pues a Holanda nos vamos tras la boda de tu hermano.

RAMIRO.- Gracias, abuela. (A Isabel). ¿Me podrás perdonar algún día?

ISABEL.- Sí, claro.

RAMIRO.- (Tendiéndola la mano). ¿Amigos, entonces?

ISABEL.- (Estrechándole la mano). Amigos.

ABUELA.- Pues volvamos a la boda. (Vanse todos por la derecha. La Abuela retenga a Ramiro, hablándole al oído).

RAMIRO.- ¡Abuela! ¿Está loca?

ABUELA.- Hazme caso… Pronto despertará y podría echarlo todo a perder.

RAMIRO.- Pero…

ABUELA.- No me chistes y actúa.

RAMIRO.- (A regañadientes). De acuerdo… (Vase, un poco malhumorado, por la izquierda. La Abuela vase por la derecha. Al poco vuelva a escena Ramiro con un cartel que dice: “Atajo a la boda” y una flecha señalando hacia abajo. Póngalo junto a la trampilla. Escóndase al fondo. Entre, también por la izquierda, el Padrino, con cierto malhumor. Quede delante del cartel, leyéndolo. Tome la escopeta, que sigue en el suelo, levante la trampilla y baje. Cuando es ido, aparezca Ramiro y, deprisa, cierre la trampilla con un candado y vase corriendo por la derecha, llevando consigo el cartel. Telón y fin).

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